Esta frase de Pellicer es una de las mejores metáforas para expresar lo que se siente cuando, casi desahuciados de la categoría, el equipo ofrece una buena cara y saca adelante un partido. La afición se vuelca. Una afición que sería digna de estudio por el apoyo incondicional y por la fe. Por hacerse 16 horas de viaje en autobús en un día para ir a ver a un equipo al borde de abandonar el fútbol profesional.
Cuesta ahora no lamentarse de puntos tontos que se han dejado ir, de partidos perdidos por errores flagrantes o por expulsiones innecesarias. Pero la realidad es la que es. Asumiendo que la Primera RFEF puede ser la realidad más cercana, aún sigue habiendo esperanza. Y nadie nos va a quitar el sueño de hacer una racha heróica de victorias y meternos en la quema por la salvación.
Creer en el milagro. El “sí se puede” es un mantra ya que impregna el seno de la afición malaguista. El buen partido realizado ante el Villarreal B en el Estadio de la Cerámica con un claro dominio ante un equipo con buen trato de balón y con gran potencial futbolístico, alimenta la esperanza de los costasoleños. El destino es caprichoso, y diez años después de la mayor injusticia deportiva que sufrió el Málaga en una grada también teñida de amarillo, el equipo esta vez sí venció y convenció.
No va a ser nada fácil. En esta recta final cuesta no mirar a ver qué hacen los rivales, máxime cuando no dependemos de nosotros mismos para salvarnos. Pero el Málaga debe ponerse unas gríngolas en los ojos y dedicarse a esprintar como si no hubiera un mañana. No mirar a la calle de al lado, correr, correr y correr. No queda otra.
Buenos dias. A ganar este domingo