El Málaga preocupa con otra derrota en casa y ve de cerca el descenso tras la victoria de sus perseguidores.
Pasó lo que todos nos temíamos: El Málaga no fue capaz de sacar adelante un partido ante un Córdoba ordenado y peleón que sin embargo tiró más a puerta que los locales.
Pellicer optó por salir con una presión alta ante el Córdoba que hizo aguas por todas partes. Los blanquiverdes sacaban el balón sin despeinarse y ello conllevaba un desgaste físico en los malaguistas que se notó en el transcurso del partido. Queda patente cuando la claridad en el juego ofensivo duró lo que duró la gasolina a los de arriba. La segunda parte del partido fue un bálsamo para el Córdoba, que apenas sufrió ocasiones de peligro. Además, se encontraron con el regalo de Alfonso Herrero para llevarse los tres puntos con un gol de falta lejana.
Pero es que, señores, este es el juego que tenemos. Correr mucho, pelear mucho, presionar muy arriba hasta quedarnos sin fuerzas. Y luego, si hay suerte, igual logramos algún gol. Nada de juego combinativo, nada de progresiones, nada de construir. Todo se basa en presionar, y encima, no hacerlo ni bien. Lo siento mucho, pero así no hacemos nada en el fútbol profesional. Y si descendemos de nuevo, bien merecido lo tendremos por inoperancia en el juego y en los despachos.
Es lo que hay, duele mucho, igual que hace dos años. Pero hay que ir pensando en que la posibilidad de bajar es cada vez más real. Más si cabe, viendo el juego que hacen Eldense, Tenerife o ahora también el Zaragoza, que le ganó ayer a todo un Mirandés.
El Málaga preocupa y lo peor es que en lo que va de año solamente hemos vencido a los dos equipos que están deshauciados. No somos capaces de ganar a nadie. Antes, por lo menos empatábamos. Pero ya ni eso, porque parece que la solidez defensiva se ha diluido.
Pero bueno, el fin de semana próximo tendremos otra ocasión de enmendar errores. Una victoria nos daría aire para enfrentar el final de temporada con otra cara. Ahora toca que el equipo haga su trabajo. Hay que pelearlo.