Pocas cosas hay tan duras al inicio de una temporada como que tu equipo no vea puerta. Si hay algo que alimenta el amor por unos colores es, sin duda, la adrenalina que desencadena cada gol a favor.
Pero esto no ha hecho más que empezar, y ni plantilla ni afición deben caer en la temida ansiedad que hace que todo vaya a peor. Es más, hay que ver el lado positivo de estos tres partidos. Hemos jugado ante tres equipos, dos de Champions y uno que ha empezado la temporada lanzado. Y tan sólo hemos encajado un gol y fue nada menos que en el Camp Nou con un Barcelona casi desesperado.
El Málaga es un equipo sólido y compacto en defensa, pero deshilachado desde la medular hacia arriba. La Amrabat-Dependencia se hace patente en los últimos encuentros. No hay conexiones claras con Charles, y los extremos son sacrificados para defender y llegan justos a su misión ofensiva. Además, un centro del campo con Tissone y Recio no ayuda en las necesarias combinaciones en la línea de tres cuartos. Al equipo le falta velocidad de pase arriba que provoque situaciones de ventaja ante el defensor.
Se hace imprescindible la presencia de un jugador creativo en la posición de mediapunta. Alguien que juegue para dar aire al equipo en dicha zona del terreno de juego.
También ocurre que Amrabat es mucho más incisivo si juega como extremo en lugar de hacerlo como delantero.
Con todo ésto, una posible solución sería desplazarlo a una banda y darle confianza a Juanpi en la posición de mediapunta para conectar con el delantero centro.
El internacional venezolano, a sus 21 años, debe demostrar que este es su año. Ya lo vivimos en su momento con Isco o Sergi Darder, jugadores que pese a su juventud, cogieron las riendas del equipo y se antojaron imprescindibles en los esquemas del entrenador.
Si hay algo que ha impedido explotar a Juanpi en sus escasas oportunidades, ha sido el situarlo en el doble pivote en lugar de hacerlo cerca del delantero, con más libertad.
Es el momento de Juanpi, y Gracia debe darse cuenta.