Derrota ante el Betis que enciende las alarmas en el Málaga.
Y no es sólo por la derrota ante un equipo en horas bajas que venía a La Rosaleda lleno de rotaciones. Lo preocupante empieza a ser el juego desplegado por el Málaga. Una vez más, al igual que en Éibar, la escuadra sale al césped conjuntada y con buena sensación. Pero esa imagen se diluye a mitad del encuentro para dar entrada a la desorganización y fallos defensivos acompañados de una peligrosidad en ataque equivalente a ir a la guerra con pistolas de agua.
Al equipo le cuesta un mundo crear juego. Ayer se vio cómo marcando bien a Keko y a Fornals, se apagan las luces creativas del Málaga y las ocasiones a favor dependen de algún destello de genialidad o error rival. Aún así, quiero pensar que el cúmulo de fallos y pérdidas tontas de balón fue mera anécdota.
Los jugadores siguen mostrando su apoyo al míster. Lo cierto es que se tiene mucho cariño a Romero. Personalmente, desde su elección como entrenador, he creído ciegamente en su trabajo y conocimiento de la plantilla. Pero en este equipo hace falta una mano experta que lo recoja y lo guíe hacia una salvación sin más sustos. Lo más probable es que el uruguayo siga contando con la confianza de Al-Thani y Arnau hasta final de temporada y no sea cesado. De alguna forma u otra, hace falta un cambio radical. De seguir por las lides de Ipurua o de anoche, el descenso va a ser una seria amenaza.