El Málaga logró empatar in extremis ante el Sporting en un nuevo partido en el que la tónica no varió de lo acaecido durante la temporada. Un punto que sabe a derrota viendo la situación en la tabla.
La primera mitad el Málaga echó de menos la presencia de un medio creativo. Y es que Mel sacó una alineación un tanto experimental con N’Diaye y Luis Muñoz en la medular y con dos centrales actuando de laterales. Fue justo por el lateral izquierdo, ocupado por el que vino como central derecho y lateral derecho, Unai Bustinza, por donde entró como cuchillo en mantequilla Pol Valentín, yéndose de hasta cuatro jugadores malaguistas para llegar hasta línea de fondo dentro del área y ponerla atrás donde un Cristo muy liberado de marca remataba a placer para ponerse por delante.
La segunda parte cambió de tono con la entrada al campo sobre todo de Ramón y de Febas. Le dieron más verticalidad al equipo aunque no se llegaba con claridad al área de Mariño.
Fue Juande en el minuto 86, tras un córner donde cantaba Mariño, el que se encontraba con un balón muerto en área pequeña listo para empujarlo y poner el empate definitivo que cambiaba el color del partido de muy negro a negro con matices de gris.
El ánimo sigue siendo muy derrotista. No es para menos. Personalmente, creo que es uno de los momentos más duros como malaguista que me ha tocado vivir (tuve la «suerte» de no vivir la época de la desaparición del C.D. Málaga). Y creo que es éste el sentir de buena parte de la afición.
Y es que el problema más grave de todo esto es que está quedando patente que el equipo que hay no es capaz de optar a mejorar lo que ya hace. El estrés mental de los jugadores es máximo y eso los empequeñece en el campo. Es cierto que se ha mejorado en lo físico, pero eso no se muestra en los resultados. En todo caso, este problema se quita con dos victorias consecutivas. Pero, a día de hoy, se antoja un objetivo casi imposible.